Bienvenidos todos a la celebración de cuarto domingo de Adviento. Estamos todavía en la sala de espera. Es tiempo de ansiedad y de silencio, de oscuridad y de oración. La noche santa no ha llegado aún, pero la preparamos con fervor. El Adviento continúa. Olvidemos los comerciales y escuchemos el anuncio gozoso de la liturgia: el Señor nace y viene.
En la primera lectura el profeta Miqueas nos recuerda la manera cómo Dios actúa. Elige un pueblo insignificante, Belén, para el nacimiento de Jesús. Miqueas, desilusionado con los reyes de Israel, anima al pueblo a esperar la venida del Mesías. La comunidad cristiana ve cumplida las profecías en Jesús, príncipe de la paz. En esta espera los cristianos tenemos que ser los constructores de la paz mesiánica.
San Pablo en la segunda lectura en la carta a los Hebreos une el pesebre de Belén con la cruz del Gólgota, une el nacimiento y la muerte. Jesús viene a nosotros como el siervo obediente. Hacer la voluntad del Padre es lo único que le importa.
Y en el evangelio San Lucas nos relata cómo a través de María, Dios se hizo presente en el mundo. Nosotros los creyentes estamos llamados como María a albergar la presencia divina de Dios en nuestros corazones.
Estas son las lecturas de este domingo y el vídeo del evangelio.